Oradour-sur-Glane, situada en la ribera del río
Glane, Lemosín.
En vísperas de la destrucción, tenía un carácter acogedor y apacible
tradicional, disfrutando de un paisaje agradable En el núcleo urbano, se
agrupaban edificaciones realizadas con cierto gusto y numerosos comercios,
destacaba su iglesia, monumento
catalogado por la entonces Administración de Bellas Artes del Lemosín y testigo
del pasado religioso de la comuna, una nave y capillas laterales databan del siglo XV, y su torre-campanario fortificada del siglo XVI. Disponía de dos hoteles con
restaurantes que eran muy frecuentados
por sus vecinos, y que solían era visitada por aficionados a la pesca en el río
Glane.
Durante la Segunda
Guerra Mundial y las operaciones
de la Batalla de Francia, en 1940, su población aumentó, ya que tuvo que acoger a refugiados, al igual que el resto de las
regiones de Lemosín, provenientes de las regiones del Norte y Este, próximas a
los frentes de combate.
En 1944, Oradour cobijaba especialmente a
un nutrido grupo de pensionistas y refugiados de las clases acomodadas, junto
con niños de originarios del Mediodía-Pirineos y de la Provenza, así como varias familias de españoles refugiados del régimen de Franco, alsacianos, loreneses y varios judíos. A pesar del incremento demográfico, su
economía, centrada en la actividad agrícola ganadera, evitó a la población los
problemas de abastecimiento, una de las principales preocupaciones de los
civiles durante la guerra, sirviendo incluso de centro de aprovisionamiento
para las comunas vecinas.
En
la mañana del sábado 10 de junio de 1944, había en Oradour-sur-Glane una particular afluencia de vecinos
propios y refugiados. A la hora del almuerzo,
El relato de los
detalles de la matanza ha podido reconstruirse en base al testimonio de los
escasos civiles supervivientes. Coincidiendo con el final del almuerzo, una
columna compuesta de una decena de vehículos ingresó por la entrada a Oradour desde la carretera de Limoges conjuntamente con un grupo de soldados comandados por Dickmann, vestidos con ropas de
camuflaje, iniciando su despliegue por
el núcleo urbano mientras los dos blindados tomaban posición enfrente de la
iglesia. Los militares buscaron a
un habitante de la localidad para que recorriese las calles convocando a todas
las personas a presentarse en la plaza del mercado para inspección de sus
documentos de identificación. Otros soldados fueron en busca de los vecinos que
se encontraban en sus viviendas o puestos de trabajo, forzando a algunos en
forma bruta y brusca a dirigirse al punto de agrupamiento
sin más miramientos. Así pudo verse a personas enfermas sacadas de sus camas en
pijama, o como estuvieran en ese
momento
Al cabo de unos minutos y con la plaza llena de gente, de la
cual, un tercio eran niños, el comandante se dirigió mediante el intérprete al
alcalde de Oradour. Acusando al
pueblo de servir de depósito de armas para la guerrilla. El alcalde respondió
rechazando la acusación pues la realidad era que no existían esas armas, pero
se puso él mismo a disposición del oficial. Los soldados procedieron entonces a separar a los
hombres de las mujeres y niños, para llevarlos en grupos hacia las afueras del
pueblo, mientras que estos últimos eran retenidos y conducidos hacia el
interior de la iglesia. La maniobra no había terminado cuando una granada de
humo explotó en la iglesia, desencadenando la reacción de pánico en las mujeres
y niños a la que sin embargo, los soldados respondieron acribillándolos con los fusiles automáticos. La explosión
sirvió también como señal acordada para que los soldados apostados con
ametralladoras pesadas en las afueras iniciaran el fusilamiento de los varones
agrupados, a término del cual, los soldados caminaron entre los cuerpos
tendidos para, inspeccionándolos pistola en mano, disparar sobre los que
todavía agonizaban. Después, durante varios días se fueron agrupando los
cadáveres y tras cubrirlos con cal viva, se les prendió fuego mientras que de
manera sistemática, se procedió al incendio de cada uno de los edificios del
pueblo, hasta la partida definitiva de la unidad hacia el frente de Normandía Entre las víctimas se encontraban
dieciocho exiliados republicanos españoles de tres familias con niños de corta
edad
